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CHAVAJAY, Benvenuto

San Pedro La Laguna, Sololá, Guatemala, 1978
Vive en Guatemala

A través de técnicas como la apropiación y la recontextualización, Benventuo Chavajay trabaja aspectos identitarios, cuestionando su relación con el mundo y los tipos de vínculos que se establecen entre el centro y la periferia, sea ésta geográfica o simbólica. Chavajay estudió en la escuela de arte Rafael Rodríguez Padilla, en Guatemala, entre 1996 y el 2000. Ha sido galardonado con numerosas becas, premios y residencias artísticas. Ha expuesto colectivamente en Guatemala y en el extranjero. Dentro de las últimas exposiciones individuales cabe destacar “Diamante Tipico”, en la galería Pilar, en Sao Paulo, en el 2015; “Muxu’x”, en Ciudad de la Imaginación, en Quetzaltenango, en el 2015; y “Chunches” en el Museo de Arte de Diseño Contemporáneo, en San José, en el 2014. Su obra forma parte de colecciones tales como El Museo del Barrio, en Nueva York; MOLAA, en Los Ángeles; Colección Cifo, en Miami; Kadist Art Foundation, en San Francisco; y la Hugo Quinto y Juan Pablo Lojo, en Guatemala.

Actualmente, es responsable del Taller Escuela Libre de Arte; es integrante del Taller Estudio de Investigación Ciencia y Arte y cofundador de la cofradía ‘’NOSOTROS‘’ en Sololá. Chavajay es invitado regular en Bienales y debates, paneles y encuentros académicos en universidades latinoamericanas y estadounidenses. B.Ch.


En la X Bienal Centroamericana:

Benvenuto CHAVAJAY
Ixtetelá, 2016
Performance
Cortesía del artista

Benvenuto CHAVAJAY
Yooq´, 2013 / 2016
Escultura, cerámica
13 x 5 x 5 cm
Cortesía del artista

En torno a Ixtetelá:

Me llamo Benvenuto Chavajay González, hijo de Clara González Baram, nieto de Francisco Ixtetelá González.

El apellido “González” fue impuesto a mi abuelo por un trabajador de la municipalidad. Mi abuelo pastoreaba vacas. Cada vaca era un sello en la hoja de la cédula. Cada cierto tiempo, mi abuelo cambiaba de cédula. El trabajador de la municipalidad, un ladino a quien le costaba escribir Ixtetelá, sin informar a mi abuelo, decidió escribir “González” como primer apellido. Mi abuelo era analfabeto. Aclaro, analfabeto según la razón occidental.

Mi abuelo no supo del cambio de su apellido hasta que un hermano menor de mi madre se enteró de la dolorosa anulación de su apellido ancestral. De los cuatro hermanos, dos de ellos llevan consigo ese dolor. Mi madre es analfabeta. Aclaro, analfabeta según la razón occidental.

Yo, Benvenuto, dibujé en forma de escritura el apellido negado a mi madre: Ixtetelá. Mi madre, copió y copió la grafía hasta que las letras empezaron a descomponerse, a desvanecer, dando paso a una caligrafía que recupera la autenticidad de los signos ancestrales que solo mis antepasados podían identificar; formas particulares de percibir e interpretar la realidad.

Legalmente, mi solicitud de cambio de apellidos – “Chavajay Ixtetelá” en lugar de “Chavajay González” – está en proceso jurídico. El performance es un gesto en el que me tatúo, abajo del ombligo, el apellido negado a mi madre, utilizando la última grafía de la transcripción hecha por ella; y recordando el poema de Francisco Morales Santos Madre nosotros también somos historia.

Ixtetelá. Ix “mujer”, tete “abuela”, la “joven”; literalmente, “mujer-abuela-joven”, “doncella”. B.Ch.

En torno a Yooq´:

Tortillas calientes de maíz, apachadas en la palma de la mano por la madre para calmar el desorden y el llanto del niño en la cocina, sin dejar de tortear para alimentar a los suyos. El niño llora, le dan su yooq’, el niño limpia y sacude sus lágrimas que al mezclarse con la tierra crean lodo, bultos de memoria.

Yooq’ reemplaza los pechos de leche, la relación con la “pacha” –el tetero de los láctantes. Es la primera imagen que vi a través de mi madre, primer recuerdo de niño, grabada y marcada en mi memoria, como en la memoria de los demás niños Tz’utujiles.

Yooq’, primera imagen que recuerdo hecha por mi madre, como la primera escultura por excelencia de la infancia, símbolo de resistencia. Su presencia permite alejar del pensamiento estructuras dominantes y detiene la necesidad de volver la mirada hacia occidente. La distancia creada nos obliga a acercarnos a lo más importante, a las prácticas y pensamientos ancestrales, a la madre tierra. Con esta imagen,  objetual-escultórica, se logra el giro epistémico en el que la resistencia, lo descolonizado, cobra todo su sentido, aquí y ahora.

Tortillas de barro quemado –yooq’–, utilizar la tierra como polvo, amasar la tierra con agua, es recordar la fuerza y la convicción con la que mi madre me alejaba de las estructuras y pensamientos del mundo moderno ilustrado occidental, es recordar al occidente que nosotros también existimos. B.Ch.